Ante el contexto de emergencia climática en la que nos encontramos actualmente, se necesitan alternativas viables y efectivas de producción de energía eléctrica renovable y distribuida, que se contrapongan al actual sistema energético, centrado principalmente en el uso de combustibles fósiles. El sistema eléctrico actual centraliza la producción en grandes instalaciones que resultan muy contaminantes y provoca un gasto importante en el transporte de la electricidad, aproximadamente el 11 % de la factura eléctrica. La problemática de la contaminación o la respuesta a la emergencia climática se está intentando paliar en parte con el desarrollo de grandes parques de generación de electricidad mediante energías renovables (huertas solares y parque eólicos). Pero, según el último balance energético de Navarra, el consumo de energía final en forma de energía eléctrica supone únicamente el 20,94% de la energía total final que hemos usado en el 2019 en Navarra. Además un 46,66 % de la energía eléctrica usada ha tenido su origen en tecnologías renovables y el 53,34 % restante se ha provisto con recursos fósiles. Otro inconveniente que tiene este modelo centralizado y basado en megaproyectos de generación de energía eléctrica es la gran cantidad de espacio que necesitan, provocando pérdidas de terreno agrícola y la especulación. Además con este modelo centralizado se sigue perpetuando la problemática de las pérdidas en el transporte de la energía eléctrica. Como respuesta y alternativa a estas problemáticas, se está desarrollando las tecnologías de autoconsumo y las comunidades energéticas. A nivel europeo varios países llevan unos cuantos años trabajando en estrategias para poder posibilitar el uso de energía km 0 y la participación activa de la ciudadanía en la transición energética. A nivel estatal se ha establecido un marco legal inicial mediante el RDL 15/2018, el RD 244/2019 y el RDL 23/2020 que habilitan el autoconsumo, la figura de la prosumidora y comienzan a dibujar las comunidades enegéticas.